La presidenta de la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información (PDLI), Virginia Pérez Alonso, analiza el estado de la libertad de prensa en España en el Día Mundial en que se conmemora este derecho fundamental.

P: ¿Qué balance hace del momento actual?

R: Desde la perspectiva de la libertad de información, hay retos prioritarios que hemos trasladado a los diferentes gobiernos a través de la plataforma PDLI: seguimos teniendo una “Ley mordaza” (Ley de Protección de la Seguridad Ciudadana) cuando la seguridad ciudadana no está entre las preocupaciones de los ciudadanos desde hace años, según el CIS. Pedimos una derogación amplia de esta ley y también de la doble reforma del Código Penal de 2015. Una reforma que lo sitúa totalmente fuera de los parámetros de libertad de expresión europeos y sentencia a prisión a tuiteros o raperos como Valtonyc o Cesár Strawberry.  Los delitos de honor deben jugarse en el marco del Código Civil como ocurre en el resto de Europa y como dictan los códigos internacionales de derechos humanos que España ha suscrito.

Otro elemento peligroso es la protección de denunciantes, ley que ni está, ni se la espera y que debería tener un impulso.

Y por otra parte encontramos la reforma de RTVE, un frente abierto que termina contaminando todo. Se hizo un concurso público que designó a 20 candidatos para la presidencia del Consejo de Administración y ahora mismo, con las elecciones convocadas, no hay garantías, ningún compromiso de que ese proceso transparente y abierto vaya a culminar con éxito… Es urgente abrir un debate sobre la reforma en profundidad de este Ente público en el que participen profesionales expertos y la sociedad civil.

P: Para garantizar la libertad de información, la transparencia es fundamental. ¿El poder político pone más trabas que ayudas para llegar a esta meta?

R: Contar con una Ley y un portal de Transparencia es una buena noticia, aunque es bastante insuficiente y está muy por debajo de los estándares de otras leyes europeas. El camino es más tortuoso de lo que nos gustaría. Un ejemplo: el reparto de publicidad institucional que aunque está regulado, se emplea como premio o castigo según la línea editorial del medio y cuando se pide información, determinados ministerios empiezan a pleitear para no darla. Estamos todavía lejos de los estándares de transparencia propios de una democracia. Hace poco participé en el Congreso de Periodismo de Perugia (Italia) y allí llamaba mucho la atención el uso abusivo del off de record que hace la clase política española, es decir: «Te doy esta información, pero no digas que te la he dado yo». Fuera de España están tan poco acostumbrados a esta práctica que acto seguido me preguntaron: «Pero España es una democracia, ¿no?». Sí, es una democracia pero este es el nivel…

P: Estamos en año electoral, ¿hay más presiones políticas, intentos de control de la información, de las fuentes, especialmente en campaña?

R: Siempre las hay, pero más que dirigir ese intento hacia periodistas o medios -que también- hay un intento de manipulación permanente ya con luces y taquígrafos. Dicen mentiras, tergiversan la verdad.. ¿Cómo lo sufrimos los periodistas? Con responsables o candidatos que al ser preguntados sobre temas delicados ni se molestan en responder. Eso también es una presión y es constante.

No ha habido mejor momento en la historia para demostrar que cuando el trabajo periodístico es bueno, no es que sea bueno es que cambia realidades

P: Las fake-news, un fenómeno de desinformación creciente con efectos directos en la ciudadanía, ¿son una amenaza o una oportunidad para el periodismo?

R: Una oportunidad de oro, no ha habido mejor momento en la historia para demostrar que cuando el trabajo periodístico es bueno, no es que sea bueno es que cambia realidades. Aunque tengo mis dudas de que todos los medios y periodistas podamos aprovechar esa posibilidad porque estamos en ese ojo del huracán del que es difícil salir para respirar. Vivimos en la cultura del click, del titular, del volumen de información… Muchos medios priman más publicar contenido al peso y eso nos penaliza a todos al final. La credibilidad o falta de credibilidad no va tanto con unos periodistas u otros, con unos medios u otros, sino con el periodismo en general. Es una oportunidad, la duda es si la vamos a saber aprovechar.

La ciudadanía tiene que exigir recibir una información con unos estándares elevados

P: ¿Qué papel juega la ciudadanía en todo esto?

R: Un papel clave, el derecho a la información lo recibe la ciudadanía, no solo los periodistas. Es el derecho de los ciudadanos a recibir y emitir una información veraz. El problema es que en este país hay una falta de formación del espíritu crítico, nos enseñan a ser ciudadanos de derechos, pero no de obligaciones y una de ellas es estar perfectamente bien informados para ejercer nuestros derechos, por ejemplo, votar. Hay una falta de alfabetización no sólo digital, sino también ética y ciudadana. Eso hace que en este país no se valore como en otros lugares la necesidad de proteger contra viento y marea la libertad de información. Si la ciudadanía tiene acceso a información contaminada, el daño es gravísimo. Por tanto, la ciudadanía tiene que exigir recibir una información con unos estándares elevados.

P: ¿Cómo mantener ese nivel de exigencia, de transparencia, de calidad de la información veraz y contrastada desde redacciones mal pagadas o donde se prima más la cantidad que la calidad?

R: El periodismo es un ejercicio colectivo cuando trabajas para un medio, pero también  requiere de unos estándares individuales muy altos. Vivimos en la era de la precariedad, también en el periodismo. Sé que esto no siempre gusta, pero creo que esa precariedad nunca puede ser excusa para no hacer el trabajo como se debe hacer.

P: Y el ciudadano, ¿debería plantearse el estar dispuesto a pagar para acceder a una información de calidad?

R: Creo que la información debe ser de acceso libre, todo el mundo tiene que poder estar informado y creo que el paso del pago -que es necesario si queremos tener esa información- vendrá después y de hecho, está viniendo. En Público llevamos un año con un programa de suscripciones y se está pagando. Y no somos el único diario. Creo que no hay un modelo estándar, cada medio tiene que encontrar el suyo. Pero hay bastantes experiencias que permiten ser optimistas, hay gente dispuesta a pagar. Y cuando uno paga, exige una serie de cosas y hay que estar a la altura. No soy especialmente pesimista. Si estamos trabajado en un medio con todo el contenido abierto al público y lo queremos sostener sólo con los suscriptores, es imposible. La clave está en la diversificación de los ingresos y compaginar distintas fuentes de ingresos. Una de ellas serán los lectores, pero pagarán cuando consideren que merece la pena hacerlo.

Hay un problema de transparencia con la propiedad de los medios

P: En esta campaña electoral, Pablo Iglesias, candidato de Podemos, se preguntaba quiénes son los benefactores de los medios y cuestionaba su independencia. ¿Cómo ve este asunto?

R: Hay un problema de transparencia con la propiedad de los medios, sobre todo, con las fuentes de financiación. Los medios siempre han sido instrumentos de poder montados por señores y señoras que querían tener esa herramienta de presión y durante muchos años han sido para las élites. La clave es saber cuáles son las fuentes, de dónde vienen los ingresos, qué porcentaje es institucional, cuál del IBEX,… Esa exigencia de transparencia que tenemos con las instituciones públicas luego no nos la exigimos a nosotros mismos. Creo que es necesario una reflexión y un ejercicio de honestidad en los propios medios.

P: Termine la frase: La libertad de prensa es…

R: La garantía de una buena salud democrática.

[Entrevista realizada por @anamorenomarin y publicada originalmente en la revista ‘Ciudad Nueva’]