Lo primero que se nota en la redacción de la ley es una errata en el título, le falta una preposición, debería llamarse “Ley de Seguridad Contra-ciudadana”, porque atenta contra las libertades fundamentales de los ciudadanos: la libertad de reunión, la libertad de información y la libertad de expresión que incluye la tan maltratada y olvidada libertad de humor, o derecho a decir giladas.

Ya se está utilizando el “enaltecimiento del terrorismo” y la “ofensa al sentimiento religioso” como coartadas sensibles para censurar a los que disienten. Sumemos dos más dos y tenemos un coctel represivo cuyo único objetivo es silenciar las voces incómodas para mantener los privilegios que las elites políticas y económicas vienen tejiendo desde la transición y que, ahora, ven peligrar. Estamos en un nuevo siglo, todo ha cambiado: la globalización, la tecnología y las nuevas formas de comunicarnos, como las redes sociales, son algo que, aún, se nos escapan de las manos. Qué es privado y qué público. Ese es un debate que aún nos debemos como sociedad.

Ha cambiado el siglo, ha cambiado el milenio y las antiguas fórmulas caen, ineficaces, ante esta explosión de nuevas formas de asociación, de expresión, de política y, también, de represión.

Y miren si será cierto eso de que las viejas fórmulas ya no sirven, que hasta el viejo tópico de que “La comedia es Drama más Tiempo” tampoco funciona hoy en día… Y no funciona porque si hoy haces un chiste sobre un drama que ha pasado hace 21 siglos como es el asesinato de Jesús de Nazaret, dos mil años después, dicho chiste puede traerte serios problemas.

Ya ni siquiera el paso del tiempo sirve como fórmula práctica a la hora de hacer comedia.

Es así, el mundo ha cambiado, ahora no está bonito crucificarte, despellejarte, o arrojarte a los leones como en aquellas épocas remotas. Ahora todo es más virtual: te crucifican ante la opinión pública, te despellejan a base de multas exorbitantes, y te arrojan finalmente a los leones del desprestigio con encarcelamientos preventivos e imputaciones graves.

Es curioso que los mismos que dicen adorar a aquel que, según la leyenda, tuvo la valentía de no permitir que el imperio silenciase su mensaje, que echó a los mercaderes del templo, que se oponía a la claudicación de los Fariseos y que arriesgó su vida por negarse a cumplir leyes que no le parecían justas, los mismos, sus fieles seguidores, 21 siglos después son, ahora, los Fariseos de su tiempo; el Imperio de su tiempo; son, ahora, los que silencian, juzgan, reprimen, crucifican y persiguen a todo aquel que no piensa como ellos.

En definitiva: ellos son ahora Roma, son el Cesar y son los Poncio Pilatos del siglo XXI que liberan a los Barrabás de su tiempo para crucificar a los que disienten.

Yo, que abomino de todo tipo de terrorismo sin importar su coartada ideológica,propongo: que también se incluya en la ley el “enaltecimiento al terrorismo económico”, ese terrorismo silencioso que viene costando millones de vidas en todo el planeta a base de austericidio, desocupación, deshaucios, manejo interesado de los recursos, especulación y corrupción.

Porque si “enaltecer el terrorismo económico” fuese delito, el FMI, El BCE, las agencias de calificación, los fondos buitres, la Banca, y gran parte de los Estados del planeta tendrían que ser juzgados, y muchos de vosotros, presidentes, ministros, y representantes, estaríais, hoy, presos.

  • Propongo: que así como existe una ley que castiga la “Ofensa a los sentimientos religiosos” se haga una ley que castigue la “Ofensa a los sentimientos científicos”. Entonces muchas escuelas religiosas, medios de comunicación, instituciones, asociaciones a las cuales pertenecéis, apoyáis y financiáis con nuestros impuestos, tendrían que ser clausuradas y vosotros imputados por tan grave delito contra la razón y el progreso de vuestra propia especie.
  • Propongo: que así como podéis penalizar nuestras reuniones y actos, que la ciudadanía pueda penalizar a sus representantes cuando estos se reúnan entre ellos sin la previa autorización de la ciudadanía que los ha elegido.
  • Propongo: que del mismo modo que no podremos fotografiar a los agentes del orden ejerciendo sus funciones, incluso cuando se extralimiten en dichas funciones, que a los ciudadanos NO se nos pueda fotografiar cuando vamos a manifestaciones o reuniones y que NO se nos pueda grabar por parte de la policía y los servicios de inteligencia sin el previo consentimiento de derechos de imagen de nuestra parte.
  • Propongo: que NO se nos infiltren en organizaciones y movimientos ciudadanos, y que NO se nos pinchen los teléfonos y los ordenadores para oír o leer conversaciones que son privadas.
  • Y propongo: que NO se pueda rastrear y publicar nuestro pasado en las redes sociales sacándolo de contexto con el fin de incriminarnos, porque vulnera nuestro derecho al honor, al olvido y a haber sido más gilipollas en el pasado de lo que lo somos en el presente.

Si todo esto se legisla, entonces la ley será, de verdad, una Ley de Seguridad Ciudadana.

Mientras tanto, esta ley seguirá teniendo un hiriente errata en su título, le seguirá faltando una preposición, y será, como lo es, una Ley de Seguridad Contra la Ciudadanía.

Una ley que criminaliza nuestras herramientas como son la información, la fotografía, el humor, la libre asociación y la opinión, admitiendo tácitamente algo que parecía olvidado: que la libre asociación, la imagen y la palabra, pueden ser armas peligrosas y que estas armas, además, ya están nuestras manos.

Y por eso desde la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información, llamo a todos, periodistas, activistas, twiteros, humoristas, actores, guionistas, diseñadores, presentadores, cómicos, foreros, blogueros, fotógrafos, directores, redactores, artistas, y a toda ciudadana y ciudadano responsable y comprometido con la libertad, a tomar estas, nuestras armas, para protegernos y denunciar esta LEY injusta y represiva que atenta contra las libertades fundamentales de los ciudadanos.

Y por último: señor ministro del Interior, me confieso culpable de humorismo, perteneciente a la peligrosa banda desarmada de los creyentes en la libertad y la democracia, y militante y soldado de la imagen y de la palabra.

Estas son mis armas y no estoy dispuesto a deponerlas a pesar de vuestra maldita Ley Mordaza.

[Texto leído en el debate sobre “Redes Sociales, chistes y leyes mordaza” (18-06-15), organizado por la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información (PDLI) de la que Mongolia forma parte]